lunes, 25 de enero de 2010
25 años después / 2
Eugenia desoyó el insistente timbre del portero eléctrico y se quedó acurrucada en la ducha, gozando del agua. No podía creer que un encuentro fugaz con un ex novio de hace 25 años le moviera toda su estantería. Se dio cuenta de la debilidad de su pareja y de los huecos familiares. Se incorporó un poco y dejó que solo corriera el agua fría en su piel. Si había algo que la conformaba a sus 40 años era su cuerpo. Era una mujer menuda y de largos cabellos castaños. Su cara lucía rosada, donde sobresalían sus ojos claros. Tenía senos no muy grandes, piernas flacas y glúteos firmes. Desde la adolescencia había desarrollado una risa disparatada, que era parte de su carácter alegre. En sus años de juventud y adultez se había convertido en una profesional destacada. Su carrera universitaria había sido brillante y alcanzó notas sobresalientes en el profesorado de historia. Más tarde consiguió la titularidad de una cátedra.
Hija única de padres estrictos, había escapado a los moldes que trataron de imponerle. En la infancia curso sus estudios en el colegio privado más caro de Rosario, mientras estudiaba piano y cumplía con sus clases de inglés. El premio familiar era dos meses de vacaciones junto al mar y la playa, algo que ella adoraba. Quien más la atormentaba era su padre, rígido en todos los aspectos y que deseaba ver a su pequeña casada de blanco y con alguien distinguido. Pero Eugenia y sus sensaciones tenían otros planes. Fue en un verano de 1985 cuando se abrieron las compuertas al goce. Conoció en la playa a Gerardo y no pudo resistir acercarse a él.
Eugenia dejó la ducha y con parsimonia comenzó a secar su cuerpo. Pensaba que su pareja se había convertido en una perfecta mierda. Una especie de sociedad anónima con un hombre bueno. Alquilaban películas, comentaban el tiempo o las contingencias laborales. Pero la efervescencia de la pasión se había aplacado. Las emociones ya no existían. Terminó de secarse, caminó desnuda hasta la habitación y se miró al espejo colgado en la pared. Se sintió segura y linda. Recordó la cara de Gerardo y el encuentro casual. Entonces decidió que lo llamaría sin importar nada. (Continuará)
Etiquetas:
"crónica periodísticas,
amor,
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sexo
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Hola, te felicito por el blog, quería saber si a lo mejor podemos linkearnos mutuamente. Acabo de habilitar mi blog de crónicas periodísticas: www.unaoracionporlalluvia.wordpress.com
ResponderEliminarGracias
Ahmed
No hay drama en linkearnos. Ya te sumo a mi listado de blogs. Mucha suerte y cualquier cosa por aquí estoy. Gustavo
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