Los niños mueren por el fuego en Argentina y en Palestina. Allá lejos, en una tierra de mujeres vestidas de negro y con sus caras cubiertas, por donde se cuelan miradas tristes, caminan entre los escombros del poblado de Rafah, en la franja del horror. Las bombas caen en las casas y destruyen paredes y familias. Los niños mueren en escuelas, hospitales o mezquitas. La guerra de los adultos aplastó sus vidas para siempre, mientras soldados cargando sus metrallas camina por las calles de la franja.
En otro país, con otras religiones, los niños mueren por el fuego. Familias pobres, que compartían un edificio abandonado, se despertaron en la noche cuando las llamas comenzaron a consumir el interior. Los hogares eran casillas de madera, adentro de un antiguo banco, en el barrio de La Boca. En un tiempo, ese lugar representaba el poder del dinero y la expansión, de la mano de un italiano que se llamó Antonio Devoto. Ahora sólo quedan las paredes. Y el dolor de saber que seis hermanitos no escaparon al fuego y murieron. En cualquier lugar del mundo, parece que los niños no valen nada. Mientras tanto, los que deben mandar están de vacaciones. Sigan así, total hay muchos chicos aún vivos a los que pueden maltratar.
En otro país, con otras religiones, los niños mueren por el fuego. Familias pobres, que compartían un edificio abandonado, se despertaron en la noche cuando las llamas comenzaron a consumir el interior. Los hogares eran casillas de madera, adentro de un antiguo banco, en el barrio de La Boca. En un tiempo, ese lugar representaba el poder del dinero y la expansión, de la mano de un italiano que se llamó Antonio Devoto. Ahora sólo quedan las paredes. Y el dolor de saber que seis hermanitos no escaparon al fuego y murieron. En cualquier lugar del mundo, parece que los niños no valen nada. Mientras tanto, los que deben mandar están de vacaciones. Sigan así, total hay muchos chicos aún vivos a los que pueden maltratar.