Me habló de un sueño y el mar. De un tío que siempre recordaba. Dijo algo de una cajita de alfajores y la necesidad de respirar aire urbano. Ella ya era otra, la noche de aquel día, de palabras lanzadas con la velocidad del telégrafo. Dejó un sobre con sus escritos dedicados a las flores y el amor. Entre los papeles, una foto de su cara con un sonrisa picara y un sombrero. “Es para cuando te ataque la nostalgia de mí”, dijo desde la puerta y lanzó un beso. Su hechizo estaba en marcha.