jueves, 9 de abril de 2009
Recuerdo en la diagonal
Recuerdo las mañana frías parado en una de las diagonales bajo un techo metálico destartalado, a la espera del colectivo. El viento del mar perforaba mi campera, mientras solitarios taxistas permanecían al volante a la pesca de un viaje. Los vidrios empañados por la calefacción apenas dejaban ver sus figuras adultas. Cada dos o tres semanas yo repetía la espera. La luz del sol apenas despuntaba pero, mi cara se iluminaba al saber que ella vendría. Imaginaba su cuerpo ovillado en uno de los asientos y sus pies cubiertos con medias cortas, liberados de los zapatos. Sobre sus piernas siempre caía una pollera larga y clara. En cada viaje, de casi ocho horas nocturnas, cumplía con rigor su rutina ambulante. Cuando el colectivo atracaba ella era la última en descender. Después, nos abrazábamos en la vereda muy fuerte hasta sentir los cuerpos pegados, antes de emprender las caricias íntimas del amanecer. Así la recuerdo, en un estado de amor puro que duró por años, hasta que me convertí en otro.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)