Al despertar vio que la hamaca que colgaba entre los dos árboles yacía enredada en el piso. Una de las sogas que la sostenía estaba rota. Como su amor por el hombre que descansaba semidesnudo a su lado.
Ella pensó que el amor desvanecido era como esa soga cortada: no habría nudo que logre unirla como antes. Los nudos no sirven para nada, reflexionó. Entonces, en silencio juntó sus pocas cosas y se fue.