jueves, 8 de mayo de 2008

Demasiado tarde


Merlo es un rincón al que se llega por un camino serpenteado al este que quita el aire, y estalla en la cima de un cerro cuando el sol baja por un horizonte entre la cerrazón. Es una mujer joven de ojos claros y un pelo largo oscuro que pelea con sus canas. Sus manos, sin anillos, dibujan lugares. Su voz y la de sus hijos entonan canciones a la tierra y me llevan veinte años atrás. Es otra mujer que, detrás de sus gafas modernas dice que seguirá caminando y seguirá soñado, aunque duela. Igual que la voz andaluza que suena entre alforjas de cerámica que ella ofrece; como ofrece su actuación en el teatro del pueblo.
Merlo es el rumor de un río cuyas aguas chocan contra piedras. Algunas grandes, otras pequeñas, que forman su lecho, mientras los visitantes enfundados en ropa deportiva hacen equilibrio en ellas como un juego de infancia. Es una avenida que baja y sube, como el sol. Es conversar con el silencio, en casas que asoman entre plantaciones a los que se llega por caminos de ripio. Merlo es el aroma de los arbustos y la noche extensa tirado en el pasto con la mirada en las estrellas. Es, también, un lugar en el mundo para algunos. Un refugio, para otros. El descanso temporal para muchos.
Es una casa con vidrios de colores primarios, dónde se tejen historias de vida con telares artesanales. Merlo, es el poeta con el artista. Las soledades en la búsqueda del otro. Y, además, es un lugar que descubrí demasiado tarde.