La luz del sol cae perpendicularmente sobre las veredas de la plaza céntrica de Trenel, algunas llenas de semillas de girasol. Aunque las calles mojadas por el aguacero nocturno permanecen casi desiertas en la mañana de ese lunes que se presenta frío. El tono gris de las nubes, recuerda que el otoño existe. Pequeños charcos formados cerca de los cordones pintados de blanco reflejan arcos iris y hojas secas vuelan con destino incierto.
En la puerta de la comisaría un solitario policía vestido de marrón mira hacia una de las esquinas, quizás releyendo el antiguo cartel despintando que recuerda no cortar flores, mientras el reloj de la iglesia marca las ocho y cinco en sus números romanos. Todo es silencio. La calma sólo se altera por el aleteo de las palomas que vuelan desde sus nidos ubicados en el campanario. El simulador de disparos instalado por el cura del pueblo no las asusta y las mensajeras de la paz insisten en permanecer en sus nidos católicos. Pocos autos están estacionados en diagonal frente al edificio de la municipalidad, mientras las ventanas de las casas bajas aún no se han abierto. El pueblo vive su cadencia pampeana.
En la plaza, que lleva el nombre de la Revolución de Mayo, rodeada por arbustos, acacias y rosales todavía perduran vestigios del domingo. Es el día dedicado al rito semanal.
En grupos de cuatro o cinco, los jóvenes van llegando al lugar. Lo hacen caminando, en bicicletas, en camionetas o en autos. Cada tribu ocupa su lugar como si le perteneciera. Desganados o alegres. Escuchando música o bailando, hacen que la plaza sea por unas horas, su hogar pueblerino.
Jóvenes y adolescentes conviven entre el verde y los rosas de los rosales. No todos toman mate pero sí la mayoría mastica las saladas pequeñas semillas de girasol.
Amigos del barrio, compañeros de escuela, primos lejanos o cercanos, pasan el tiempo en silencios largos, susurrando o hablando a los gritos, mientras alrededor de ellos giran una y otra vez autos y motocicletas como parte del paseo dominguero. La famosa vuelta del perro como se acostumbra a llamarla en los pueblos.
Un grupo de amigos escuchan la música que sale de algún equipo de música. Otros, se entretienen con sus celulares. Los mensajes de texto viajan por el ciberespacio en busca del destinatario que seguramente estará a pocos metros.
Las tulipas plásticas sobre columnas naranjas iluminan tenuemente los bancos de mármol donde los adolescentes se sientan a hacer confesiones sobre amistades y amores.
El monumento en homenaje a la bandera domina el centro. Su alto mástil gris compite en altura con pinos, cipreses y hasta con un sauce llorón. En sus escalones se sientan un grupo de madres jóvenes mientras sus hijos pequeños corren y revuelcan parte de su infancia sobre el reverdecido pasto. Sus paredes suele aparecer con corazones dibujados, como si fuera un pizarrón dedicado a las declaraciones de amor.
A pocos metros, del monumento y del busto al General San Martín, se encuentra un ceibo, único árbol de la plaza que se destaca por tener a sus pies un monolito con tres placas que recuerdan a una joven desaparecida durante la dictadura. Un caldén y una araucaria crecen cerca. Aún son árboles bajos entre los más altos. Fueron plantados un 24 de marzo para mantener viva la memoria popular.
En una de las esquinas, el reloj de sol construido para el centenario del pueblo señala la hora del encuentro y alrededor de la estatua que recuerda el Día de la Madre, unas amigas se refugian en la penumbra de los secretos.
Cuando la noche comienza a asomar, y las luces del alumbrado público se encienden, la muchedumbre de jóvenes abandona la plaza. En una semana se repetirá el rito dominguero. Al día siguiente, muy temprano, los jardineros municipales volverán también a su rutina. Con sus tijeras podarán los arbustos; cuidarán de los quinientos rosales que con sus coloridas flores rompen la tonalidad verde. Regarán cada árbol. Mientras trabajan, barrerán hojas, levantarán alguna botella plástica tirada en el suelo, y sentirán bajo sus pies las semillas de girasol. Y, aunque no lo recuerden, sabrán que es lunes.
jueves, 24 de abril de 2008
La plaza de los girasoles
domingo, 20 de abril de 2008
Un saludos a latinoamericanos y españoles
A los sacrificados lectores de este blog, que viven por Colombia, Perú, y otros países de Latinoamerica. Como a los españoles que de vez en cuando se pegan una vuelta por el sitio...un saludo enorme...Espero algún día sorprenderlos con alguna crónica que los motive a regresar...
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