El “supermartes” no sólo tiene trascendencia en Estados Unidos. Siempre envidiosos, los argentinos tuvimos nuestra versión vernácula. Claro, no vinculada a elecciones internas. Sino a elecciones de vida. 900 pasajeros se subieron a un tren bautizado “El Gran Capitán”. Partieron de Posadas, en la provincia de Misiones, un domingo. Llegaron un martes. Los ocupantes pasaron dos días de sus vidas arriba de vagones, como si fueran parte de un ejercicio de supervivencia. Chicos durmiendo en el suelo. Sin agua potable. Con un pedazo de pan y una feta de fiambre como comida. Ancianos descompuestos, mujeres embarazadas sudando de fiebre. Así soportaron 900 argentinos su viaje por las vías. El tren quedó varado en el medio del campo. Después llegó la frase preferida cuando surge un problema: “en media hora se soluciona”.
Cuarenta y ocho horas después, llegaron un martes a la tarde, cansados y vapuleados. Por los ándenes arrastraron sus pertenencias; en sus caras llevaban las muestras de impotencia y de la ingratitud privatizada.
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