Entonces en la penumbra de la habitación se despertó sobresaltado. A tientas buscó la perilla del velador, que logró encender. El ardor en el pecho le crecía y sentía su respiración agitada. Miró hacia la ventana y observó que las ramas se sacudían. Se frotó las manos. No tuvo ganas de levantarse. Otra vez, como cada mes el ardor le regresaba. Era la señal inequívoca que el amor por ella no había muerto.
si que escribes mucho
ResponderEliminarvacan ---_____----
ResponderEliminares increible como se expresa en solo 3 y medio de renglones felicitaciones escribes muy bien
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