miércoles, 25 de febrero de 2009

Un vagón, una mujer, un niño


El olor a orín de los perros impregna el lugar y el murmullo del agua, que corre por el canal, compite con los ladridos. A pocos metros de la esquina de las calles 9 y 108, detrás del hospital Centeno, una mujer de 54 años y su hijo de once han hecho su hogar, como han podido, en un antiguo vagón de ferrocarril abandonado.
Desde hace ocho días, el furgón es el sitio que los cobija. Adentro, Estela muestra cómo vive. Una cocina a garrafa, una heladera vacía de alimentos y cajas de pertenencias apiladas son parte del mobiliario. En una mesa plástica, apoya el termo y el mate, mientras corre una cortina y deja ver un pequeño espacio, que hace las veces de dormitorio. En la cama, sobre un colchón semi humedecido, descansa acurrucado su hijo.
El vagón es un antiguo vehículo de carga, de paredes de metal carcomidas por el óxido. En los días de calor, su techo abovedado convierte al interior en un volcán. Cuando hace frío, se asemeja a una caja térmica, con gotas que caen desde la cubierta.
Estela explica que alquilaba una vivienda por un monto mensual de 500 pesos. De esa suma, 400 eran aportados por el municipio, a través de Acción Social. El resto del dinero era completado por ella.
Según la mujer, la ayuda de la comuna se redujo en enero a 300 pesos, que fueron pagados recién a mediados de febrero. Esa demora sería uno de los motivos que llevó a la propietaria de la casa que alquilaba a pedirle que abandonara el lugar.
“Salí a buscar una vivienda con mi niño y llegué hasta acá. Un hombre que vive en la casilla que está adelante me ofreció el vagón”, cuenta Estela, que además tiene otros cuatro hijos, todos mayores y casados. “Esos ya volaron”, dice al hablar de ellos.
Estela asegura que vive de un plan social y de limpiar terrenos. El “patio” de acceso al vagón tiene unos diez metros cuadrados de suelo de tierra. Está prolijamente cuidado y barrido. La mujer ha colocado algunas macetas con plantas, cerca del alambrado de púas que da al canal de agua. Algunas jaulas con aves también cuelgan de allí.
“Si yo fuera sola, no molesto a nadie, ni reclamo nada a las autoridades, pero tengo un nene y por él estoy dispuesta a luchar, para conseguir un sitio digno donde vivir”, explica. A su alrededor, da vueltas una jauría. Algunos perros muestran sus dientes. Otros, sus cuerpos flacos. Son todos del vecino.
“Con una pieza, cocina y baño nos arreglaríamos. No pido otra cosa”, dice Estela y le tiemblan las manos. En su cuerpo, aparecen tatuajes y huellas de una vida poco apacible. Después, cuenta que hace diecinueve años que vive en General Pico y convida con un mate, a la espera de una respuesta oficial. Su pequeño sigue durmiendo, quizás soñando despertar en otro lugar.

lunes, 23 de febrero de 2009

Una escuela convertida en basurero

Pasar frente al lugar lastima la mirada y causa desolación. El sitio fue clausurado por el Ministerio de Cultura y Educación de la provincia hace casi una década, cuando la matricula de alumnos descendió a casi cero. Hoy la antigua Escuela Rural 85, Colonia Belvedere, es un edificio arruinado, en cuyas inmediaciones crecen yuyales, se alimentan cerdos y se acumulan cientos de bidones vacíos de herbicidas tóxicos, que necesitan de un triple lavado. Junto a ellos, se alzan pilas de lonas plásticas de los silos bolsas, entre aguas estancadas.En un tiempo, la escuela arropó a chicos de General Pico, Trenel y la zona rural. Ubicada a pocos metros de la ruta provincial 4, solo queda de ella un cartel clavado en el paredón, un mástil sin bandera y un aljibe seco. El estado de abandono se apoderó del edificio escolar, para convertirse en un depósito de desechos.Las aulas, donde se educaron muchos de los habitantes de la zona, son un testimonio del pasado. La lluvia acumula tantas lagunas afuera, como hacia adentro de las paredes. No solo estudiantes se formaron en la Escuela 85. Aún hoy rebotan en la memoria los "bailes de campo", que animaban orquestas locales y que unió parejas y forjó más de una familia.Muchos de aquellos niños, hoy adultos, tienen palabras de afecto para el establecimiento educacional que los formó. Casi todos coinciden en que les da "pena" y "tristeza" ver en qué estado está y el fin al que fue destinado. Según una fuente de la Dirección General de Educación, el cierre se produjo en 1999. A partir de ese momento, se puso en marcha un procedimiento para otorgar en comodato el lugar, de igual manera que con otras escuelas rurales."Creo que el sitio merece otra finalidad y un mantenimiento adecuado: da mucha lástima ver que se ha convertido prácticamente en un basural", dijo una ex- alumna.Cuando los niños cursaban los estudios primarios, llegaron a funcionar dos aulas y los pisos "brillaban" de limpieza. En el patio, que se utilizaba en los recreos, había una fuente y un juego de hamacas. Los alumnos se formaban en la galería, en doble fila, antes de ingresar a su grado."Algún día de chica, soñé que volvería como maestra a este lugar, pero hoy es pura nostalgia ver en qué terminó", dijo otra alumna, que pasó toda la escuela primaria en sus aulas y hoy ejerce la docencia.
La Arena pudo confirmar que funcionarios de educación de menor rango están preocupados por el aspecto que brinda el sitio. Por eso se podrían en marcha algunas acciones para recuperarlo. En la iniciativa, hasta se piensa en involucrar a los municipios cercanos, ex-alumnos y ex-docentes.Entre el desamparo, la suciedad y los cerdos, hay un edificio que un día fue escuela. Quizás, un destino más digno respete la memoria de la comunidad educativa que escribió sus primeras palabras en sus pizarrones y dejó huellas grabadas en sus pupitres.